Nos educaron para competir.
Desde niños nos enseñaron a mirar al lado.
Quién corre más rápido, quién tiene mejores notas, quién logra más.
Pero nadie nos enseñó a mirar hacia adentro.
Y ahí está el verdadero campo de batalla;
No contra otros, sino contra las partes de ti que aún no crees merecer.
La ilusión del ego
El ego te susurra, “tienes que ser mejor que él”, “ella te supera”, “te estás quedando atrás”.
Y si no estás atento, caes en la trampa.
Porque el ego se alimenta de comparación y escasez.
Tu alma, en cambio, solo busca equilibrio.
No compite, coopera.
No te exige, te recuerda que ya eres todo.
Cuando comprendes esto, entiendes que cada persona está en su propio tiempo.
Y que compararte con alguien más es como comparar el amanecer con el atardecer.
Ambos son hermosos, pero ocurren en momentos distintos.
El progreso real
El único progreso verdadero es interno.
Tu competencia eres tú.
Tu yo de ayer, tu yo de hoy, tu yo de mañana.
Habrá días en los que sientas retroceso, pero también esos días cuentan.
Porque incluso cuando te caes, estás aprendiendo a levantarte con más conciencia.
Recuerda
No necesitas demostrar nada.
No estás aquí para ganar, estás aquí para despertar de la ilusión que nos han impuesto desde pequeños, de creencias limitantes que nos dicen que no podemos.
Cada paso, cada tropiezo, cada intento, forma parte de tu evolución.
Y aunque no lo parezca, cada día eres mejor que ayer.
Confía en tu proceso.
El alma no corre. El alma florece.
 
								 
								