El domingo fui al lago azul,
el río que está cerca de mi casa.
Vivo en un lugar privilegiado,
rodeado de naturaleza,
tu sabes cuando ves algo que te encanta,
se acelera el corazón,
se te ponen los pelos de punta,
sonríes porque estás viendo algo hermoso,
la suave brisa acariciando tu piel,
el clímax de sentir esas emociones,
y sabes que es la mejor experiencia de tu vida.
Pues, algo así sentía el domingo cuando iba llegando al río,
lleno de distintos tipos de árboles, aire fresco, limpio, vistas impresionantes.
Me di el primer chapuzón al río de este verano,
calor seco,
el agua fresca,
todo en su punto,
un día maravilloso.
Y de repente aparece…
allí en el cielo,
todos mirando hacia arriba,
viendo al majestuoso,
el halcón,
planeando con sus alas,
encima de mí mientras estaba dentro del río,
y luego dando vueltas en toda esa zona,
estaba buscando algo.
Duré unos quince minutos pataleando en el río para no hundirme,
y pensé, “ahora me siento tranquilo encima de mi toalla para observar mejor el panorama”.
Y de repente de espaldas a mi aparece una gran sombra negra que baja a gran velocidad hacia el río,
antes de zambullirse, planeó el vuelo y con sus garras deslizó el agua,
cogió un pez del tamaño de la palma de mi mano,
se fue hacia la copa de un pino, allí se habrá acomodado a la presa y se fue de nuevo hacia las montañas,
me imagino que fue a llevar la comida a sus pichones.
El domingo fue un día mágico y con mucho significado.
Cuando algo en tu vida no esté funcionando, no es lo que quieres, te sientes frustrado,
es hora de detenerte y rehacer el plan.
Un plan sincero de dónde quieres estar, qué quieres hacer en tu vida, qué quieres lograr, simplemente ir a por ello y disfrutar de la aventura.
Está muy bien empezar todo de cero, empezar todo de nuevo, siempre hay tiempo.
El trabajo duro trae su recompensa.
Para comenzar de nuevo, estás en medio del camino, estancado o casi terminando, tu alma tiene las respuestas a todo lo que te estás preguntando ahora mismo.